Primer libro de Karen Marie Moning, autora de la saga Fever, y también el primero de la saga de los Highlanders. Aunque en general no está mal, tiene muchas partes en las que se hace pesado. Spoilers a partir de aquí.
La historia de amor, en general, está bastante bien. Tio cañón, escocés de pura cepa que va por ahí con kilt y nada debajo (¡con el fresco que debe de hacer en Escocia!). Ella a veces parece un poco tonta, pero tampoco me cae mal.
Y entre los dos se interpone en bufón de la reina faery, Adam Black. Adam es un coñazo, no aporta nada. Básicamente está ahí para tener concursos de "quién la tiene más larga" con Halcón. Y también está Esmeralda, la gitana. Otra que no pinta nada, y me cansa que gaste tantas páginas en ponerse a hablar y repetir cosas sobre el campamento gitano que nos importan bien poco, como que los gitanos no le dan importancia a la virginidad (¿mande?) y que Halcón es amiguísimo de los gitanos. También me parece raro que, viviendo en el siglo XVI, y que yo sepa los trabajos manuales eran considerados algo relegado para las clases bajas, lo que más le guste hacer al señor del castillo sea tallar madera y a su madre pasarse el día en la cocina haciendo té con los criados.
Además, me pone de los nervios que todos los problemas entre Adrienne y Halcón sean porque los dos son unos tercos que no se comunican. Una vez vale, dos quizá, pero que siempre anden enfadados porque no son capaces de decir "Oye, que no me estaba morreando con Adam, ¡pero si el tio me quería violar!", y en vez de eso se enfaden y hagan "me pico y no respiro".
Por último, no entiendo la manía de la autora de meter a los padres de los protagonistas y darles tanto peso en las historias. Lydia, la madre de Halcón, y Tavis no me interesan. Da igual lo que pase, siempre anda Lydia por ahí dando el coñazo. ¿Es que en las Highlands no se puede tener un poquito de intimidad?
Pero aun así, creo que el libro tiene algo que hace que merezca la pena. Será la tensión sexual no resuelta entre los dos, o que Halcón es un cabezota, o Dios sabe qué. Pero la verdad es que ha conseguido que me entren ganas de ir a Escocia y que vea los kilts con otros ojos...
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