Este relato breve de Shirley Jackson se publicó, aunque parezca increíble, en 1948, y se considera uno de los relatos más famosos en Estados Unidos.
A los que hayan leído Los Juegos del Hambre les sonará la historia, porque está claro que este cuento inspiró a Suzanne Collins. Yo ya sabía en qué consistía la lotería de la historia (no es difícil de adivinar) y aun así lo disfruté muchísimo.
La historia era bastante original en su época, y aunque ahora ya hemos leído distopías que siguen un hilo parecido, sigue siendo impactante. Puede que sea porque el relato es totalmente atemporal (no tenemos ni idea de en qué época sucede, y tampoco importa, así que siempre parece escrito ayer mismo), además del increíble estilo de la autora. Y es facilísimo de leer, se puede hacer hasta en un viaje cortito al retrete.
Casi hasta el final, la historia parece totalmente corriente, incluso feliz. Los vecinos se juntan, hablan, cotorrean sobre la mujer de aquel, la pierna rota del otro... Es un pueblo que se ha juntado un cierto día y está matando el tiempo, como cualquiera de nosotros hace cuando va a comprar el pan y habla con la vecina. Y sin embargo, la historia es tétrica. Esto mismo es lo más macabro de la historia, cómo no es más que un evento sin importancia que los habitantes llevan a cabo por costumbre más que otra cosa.
Solo con este relato ya me declaro fan de Jackson.
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